jueves, 22 de octubre de 2009

Un recuerdo profundo.

"Si muero sobrevíveme con tanta fuerza pura
que despiertes la furia del pálido y del frío,
de sur a sur levanta tus ojos indelebles,
de sol a sol que suene tu boca de guitarra.

No quiero que vacilen tu risa ni tus pasos,

no quiero que se muera mi herencia de alegría,
no llames a mi pecho, estoy ausente.
Vive en mi ausencia como en una casa.

Es una casa tan grande la ausencia
que pasarás en ella a través de los muros
y colgarás los cuadros en el aire.

Es una casa tan transparente la ausencia
que yo sin vida te veré vivir
y si sufres, mi amor, me moriré otra vez".

Al fallecer mi padre, en la ceremonia de despedida leyeron una adaptación de este poema de Pablo Neruda. Mucha gente comentó lo acertado del momento junto a la música clásica que sonaba. Se trata de un poema de amor pero pese a que estaba algo orientado a un momento concreto, no dejaba de ser eso, un poema de amor.

A muchos muertos muertos se les leen lo mismo como despedida pero en este caso, el de mi padre, el poema vino a reforzar lo que él mismo decía y sentía.

Aficionado al arte, pintor, gran lector, y también hábil con la pluma, nos leía sus "Cartas al Director", que se publicaban en los periódicos de la ciudad unos días más tarde. Hombre recto con una moral intachable, nos explicaba cosas de la vida, de su vida, y de la de sus padres. Historia de la historia que nos trasvasó de algún modo.

Sin ñoñerías ni exageraciones, de cuando en cuando me viene a la mente su recuerdo y en alguna ocasión no puedo evitar que se me escape alguna lágrima, sobre todo al escuchar música o al leer algún pasaje que coincida o se aproxime a lo que él nos enseñó. También al ver alguna obra de arte de las que a él le gustaban. Velazquez... y otros muchos autores.

Hace unas semanas le decía a mi mujer que tenía ganas de ir a pescar y no pude evitar añadir, pero de ir a pescar con mi padre. Así que aquí estoy colgando mis recuerdos, como esos cuadros e intentando no vacilar.