En mi mente y también en mi corazón quedan lor recuerdos relativos al gusto. Al gusto relacionado con la gastronomía.
No me gustaban la longanizas de Frankfurt, por ejemplo, pero luego más tarde si me agradaron con buena cosa de Kepchut, cambió mi gusto. Igualmente no me gustaban para nada las verduras igual que a cualquier niño de hoy, y de ayer también, y sin embargo es uno de mis platos favoritos ahora.
El repollo me encanta y precisamtne el otro día "inventé" una receta con repollo de lo más sencilla y exquisita.
Me invento recetas y a algunas les doy nombre como a los Rollitos Escorial, hechos con carne picada, etc. pero esto lo contaré otro día. Al igual que la receta de Macarrones Rellenos que asombra a todos los que están atentos al plato.
No me dilato más. Hace falta: medio repollo; setas de cardo; un diente de ajo; agua; aceite; sal; finas hiervas; unos huesos de pollo para hervir.
Se coge medio repollo y se hierve en una cazuela con unos huesos de pollo para que aporten algo de gusto, y una vez hervido y en su punto, se aparta.
En una sarten amplia se frien unas setas de las de cardo cortadas en juliana y un diente de ajo pequeño. Se puede añadir algo de hiervas, como orégano o algo similar, pero poquito.
Se añade el repollo hervido en trozos cortados como de juliana y se añade un poco más de aceite antes para compensar. Se dan unas vueltas para que el repollo pierda agua y cuando ha tomado color se aparta y se sirve directamente en el plato.
La gracia de este plato es el intenso contraste entre las setas y el repollo, y puede ser un plato principal, o acompañar una carne o un pescado.
Y pensar en que mi madre, Teresa, me persegía con una zapatilla en la mano a la hora ce comer verduras...
lunes, 24 de mayo de 2010
miércoles, 19 de mayo de 2010
Les oronetes.
Me contaba mi padre cosas de cuando vivió en la Carrasca, una zona de la huerta de Valencia próxima a la ciudad.
En época de gerra cuando él tenía 10 años y correteaba con un almuadón a la espalda mientras los aviones sobrevolaban los campos para dirigirse a bombardear el puerto. Me imagino esa fascinante imagen y a la vez terrible de los aviones pasar y dejar caer las bombas, el ruido la forma aeroidinámica de los aparatos y la terribilidad... Dios.
Para los ojos de un niño la tecnología y la belleza de aquello que se enlairaba y era capaz de sustentarse en el aire sumado a la destrucción debió de ser falgo tremendo.
Pero yo quería hablar de pájaros otra vez, de las golondrinas, bueno, realamente no sé si de aviones, vencejos o golondrinas pero si de quellos que con sus chillidos y vuelos atrevidos volaban a ras de suelo comiendo los posibles insectos que se cruzaban en su veloz camino.
También para los ojos de un niño valiente e inquieto, que buscaba aventuras serían, estoy convencido, todo un filón. Intentaba cazarlos con una caña que en su extremo tenía unos cables o alambres atados y que movían cuando se aproximaban las aves.
Explorar el mundo en ocasiones tiene eso, cierto nivel de crueldad pero me satisface enormemente que él siempre tildó aquello de custión infantil, y que se debía de respetar precisamente a les oronetes, que es como se llaman en valenciano a los aviones, vencejos y golondrinas.
Hoy día las veo pasar cerca del cauce nuevo del Turia inundando el cielo, o entre los campos cuando voy a visitar a mi madre, y en mi interior aparece la imagen de mi padre de niño intentando cazar una aventura de niño.
En época de gerra cuando él tenía 10 años y correteaba con un almuadón a la espalda mientras los aviones sobrevolaban los campos para dirigirse a bombardear el puerto. Me imagino esa fascinante imagen y a la vez terrible de los aviones pasar y dejar caer las bombas, el ruido la forma aeroidinámica de los aparatos y la terribilidad... Dios.
Para los ojos de un niño la tecnología y la belleza de aquello que se enlairaba y era capaz de sustentarse en el aire sumado a la destrucción debió de ser falgo tremendo.
Pero yo quería hablar de pájaros otra vez, de las golondrinas, bueno, realamente no sé si de aviones, vencejos o golondrinas pero si de quellos que con sus chillidos y vuelos atrevidos volaban a ras de suelo comiendo los posibles insectos que se cruzaban en su veloz camino.
También para los ojos de un niño valiente e inquieto, que buscaba aventuras serían, estoy convencido, todo un filón. Intentaba cazarlos con una caña que en su extremo tenía unos cables o alambres atados y que movían cuando se aproximaban las aves.
Explorar el mundo en ocasiones tiene eso, cierto nivel de crueldad pero me satisface enormemente que él siempre tildó aquello de custión infantil, y que se debía de respetar precisamente a les oronetes, que es como se llaman en valenciano a los aviones, vencejos y golondrinas.
Hoy día las veo pasar cerca del cauce nuevo del Turia inundando el cielo, o entre los campos cuando voy a visitar a mi madre, y en mi interior aparece la imagen de mi padre de niño intentando cazar una aventura de niño.
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