viernes, 26 de marzo de 2010

Tijeretas cortapichas.

Madre de Diós qué miedo daban, con sus pinzas medio abiertas, sobre todo cuando levantaban el abdomen... jamás hubo un insecto al que los niños tuviésemos tanto terror.

Y además te cortaban la picha, es decir el pene, eso si que era terríble, que cortasen aquel apéndice que de cuando en cuando cobraba vida propia y sobre el que no tenías control en las frias mañanas de primavera. Pero volviendo al insecto. Si, era terrible.

Vivían en el campo, debajo de las piedras y no era raro encontrarlos, al menos en la zona en la que yo viví de niño, con tantos campos y huerta entorno a unos pequeños bloques de edificios.

Más mayor y habiendo olvidado las miradas de esos cinco o seis años sobre el terrible monstruo cortapichas, aún seguia llamandome la atención sus fieras tijeretas.

Recuerdo que ya casado, planté un olivo para cultivarlo con la técnica bonsái y entre sus raices me encontré con un hermoso ejemplar. Lo tomé entre mis manos con sumo cuidado y lo observé, resultando un bicho de lo más interesante. Bueno uno no, venía con sus peques, que por cierto cuida como sólo una madre cuida a sus pequeños.

Lo dejé entre las raices del olivo pensando que ventilaría la tierra pero no pensé en que quizá se podría comer las raices del árbol, qué ingénuo por mi parte.

Ahora no recuerdo a santo de qué ha venido a mi mente el recuerdo de este bicho. Quizá por lo absolutamente aventurero que me resultaba levantar una piedra y verlos allí esperando a que sucediese algo más, tal vez debido a que me gustaría tener de nuevo eso cinco años para que me aterrase eso, un bicho cortapichas...

No hay comentarios: