jueves, 28 de agosto de 2008

Faltaba uno: el cangrejo ermitaño.


Con este cangrejo no tuve tanto contacto directo, eso si, entre la morralla y las tellinas que había en el mercado, solía verse alguno, al igual que caballitos de mar, estrellas y algún que otro pescado raro.

Era fascinante entrar de buena mañana en el Mercado del Cabanyal y oler a pescado fresco, las variedades, formas y colores brillaban como si fuesen tesoros.

De joven, solía ir con los amigos a bucear, cogíamos clóchinas, lapas, pulpos, caracoles marinos... y algún que otro cangrejo ermitaño pero al no poderse comer, quedaba inmediatamente libre. Entre nosotros los peces salían disparados y huían ante nuestra presencia.

En apnea solíamos bajar a bastente profundidad.

*La ilustración corresponde a un cangrejo ermitaño (Pagurus bernhardus), y está tomada de Internet, de un lugar dedicado a la educación.

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